La tormenta se llevó todas las miradas
El agua y el viento fueron grandes protagonistas, con el cielo amenazante.
Llegar a la cancha unos minutos antes de que comience el juego y mirar al cielo fue algo que casi todos hicieron. Es que se sentía ya una brisa rara y en el cielo asomaban las primeras nubes oscuras.
Llegó el pitazo de Viñas. Todos en sus lugares. La brisa ya dejó de serlo para convertirse en viento. El arquero Cosentino tuvo que lidiar con la pelota que no se quedaba quieta cuando quería hacer el saque desde el arco.
De fondo, el arcoíris le dio color a un cielo gris. Es cierto, con varios tonos de grises. La tormenta se venía, no había forma de pararla, solo restaba saber en qué momento.
Y se largó nomás. Una cortina de agua cubrió el "Oscar C. Boero". Desde las cabinas, donde se hace nuestro trabajo, la visibilidad era casi nula. Los vidrios acusaban el golpe de las gotas y era casi imposible.
En el verde césped, el árbitro tuvo que detener el juego unos instantes porque los arqueros no veían. La gente, empezó a refugiarse. Solo algunos valientes se quedaron haciéndole frente al agua y a las pequeñas piedras que caían. La parte baja de las populares y la alta de las plateas, se poblaron como nunca. En la Centenario, una hilera contra la pared, mismo panorama en la popular norte. En la sur, solo un puñado quedó en el centro.
Fue duro el primer tiempo. Todos a los vestuarios y a la vuelta, con el inicio del complemento, ya aplacó la tormenta, solo algunos relámpagos lejanos daban cierta inseguridad, pero todo siguió. El rendimiento del equipo fue como si hubiera salido el sol, a pesar de que eran más de las 9 de la noche.