Merino no solo piensa en el deporte
Delfina Merino, mejor jugadora del mundo 2017, estuvo nueve meses sin poder jugar al hockey sobre césped por dos operaciones en la rodilla, a semanas de su regreso, reveló que aprovechó ese tiempo para avanzar en sus estudios de abogacía y ayudar en la construcción de un merendero en Santiago del Estero.
Delfina, de 29 años, proyecta su vuelta oficial a la selección argentina, Las Leonas, en Buenos Aires, en diciembre, en un par de amistosos frente a Alemania.
"No había tenido lesiones. Me perdí la World League, sobre todo las finales, a las que pensé podía llegar. También los Panamericanos, que estaban en mis planes. Realmente se me hizo muy duro porque me preparé para que fuera algo rápido y se demoró demasiado... Además, en estos 10 años de selección, nunca había tenido una lesión así. No estaba acostumbrada. Por suerte tuve la contención de mi familia, que se bancó mis bajones, mi mal humor, lo que fue el día a día de tantas idas y vueltas con la lesión", explicó.
Apenas un año después de ser elegida la mejor jugadora del mundo, la estrella de Las Leonas sufrió una lesión en la rodilla derecha que no revestía gravedad, pero un tratamiento kinesiológico no dio resultados en marzo, tampoco una primera operación en abril y así fue que debió recurrir a una segunda intervención, el 12 de junio.
A semanas de su esperado regreso a las canchas, aseguró haber atravesado "momentos muy difíciles" que le han enseñado y fortalecido, porque el parate le permitió abocarse a la carrera de abogacía hasta quedar a cuatro materias de recibirse y, de paso, acelerar la ayuda social que arrancó hace un año con el programa Huella Weber para levantar un merendero en Icaño, un carenciado pueblo de 2.000 habitantes ubicado a 180 kilómetros de Santiago de Estero capital.
"Estoy seguro que todo esto que me pasó tiene un gran aprendizaje para mí. Seguramente, cuando termine todo, le veré el lado positivo. Espero tener la recompensa a tanto esfuerzo", afirmó.
"Es verdad que, casi a los 30, con otra madurez, lo pude sobrellevar un poco mejor. Me di cuenta, por ejemplo, que soy bastante disciplinada y perseverante. Hice todo lo que me dijeron, le metí hasta el cansancio, aun cuando no avanzaba.
También entendí lo que es ver los partidos desde afuera y cómo es estar lesionada. Ahora sé que, cuando a alguien le pase, puedo aconsejarlo, sabiendo cómo serán los distintos momentos de una recuperación", completó.
Con esfuerzo y determinación, Delfina rompió con ese mito que habla de que es imposible estudiar mientras uno es deportista de alto rendimiento, luego de una década cursando abogacía en la UBA.
"Es más que nada un tabú, un prejuicio. No digo que sea fácil, que no haya que esforzarse mucho, pero se puede. Mi familia me lo inculcó siempre. Cuando terminé el secundario, me preguntaron '¿y ahora qué vas a estudiar?', por más que me iba bien en el hockey. Y además, en mi visión, fue clave. Me ayudó en mi carrera. Me hizo salir de la burbuja del hockey, de Las Leonas. En la facu soy una más, incluso muchos no me conocen".
Su lado solidario
"Llevaba mucho tiempo queriendo ayudar socialmente y justo se me cruzó Weber Saint Gobain en mi camino, para que yo pueda hacer lo que tanto quería y así podamos ayudar a cambiar la realidad de gente que tanto necesita", explicó.
"Mi viejo fue a cortarse el pelo y vio muchas bolsas con donaciones en el negocio. El peluquero le contó que él ayudaba en su pueblo (Icaño), sobre todo a un comedor improvisado donde comían 180 chicos, dos veces por semanas, debajo de un árbol... Cuando papá volvió a casa, yo justo le conté lo de la Huella Weber y él me dijo 'éste tiene que ser tu proyecto'. Una hermosa casualidad que me hizo decidirme inmediatamente. Por suerte lo presenté y enseguida lo aprobaron", recordó.
A las pocas semanas, Delfina viajó al lugar para supervisar cómo era el lugar, qué se necesitaba y se encontró con muchas carencias pero también mucho amor.
"Hace un año no había nada, apenas un terreno baldío, y ahora se levantaron las paredes y sólo falta el techo, para lo que seguimos trabajando. Por suerte mucha gente se sumó con donaciones de bicis, computadoras, libros y alimentos. La idea a futuro es que, además de comer, aprendan oficios y se nutran de una educación agrícola y sanitaria para que el lugar se transforme en autosustentable", precisó.