Que la final no sea el final
Se viene una final del Mundial, quizás el último partido del "10" con la selección en una cita ecuménica, pero lo que no queremos es que sea la última función.
Porque no lo
podemos explicar. Y otros no lo pueden entender. Las finales que perdimos las
lloramos cuántas veces. Hasta que el Maracaná fue el escenario de la consagración
primera. Habían pasado cuatro mundiales, decenas de títulos, miles de gambetas,
cientos de goles e innumerables alegrías. Recién cuando la Copa América estuvo
en sus manos, el destrato cesó. Mejor dicho, se atenuó. Como ocurre en todos
los ámbitos de la vida del hombre, tarde o temprano, realidad mata relato.
Jugará este mediodía su segunda final del mundo. El título sería el más coqueto adorno a un derrotero futbolístico sin parangón. Ni se nos pasa la cabeza que pueda suceder otra cosa. Pero ganar la Copa del Mundo es una medida injusta para evaluar la carrera de un futbolista. Más aún: en este caso suena hasta absurda.
Los antiguos navegantes del hemisferio norte se guiaban en sus aventuras marítimas por la ubicación de la estrella Polar. Solo con ubicarla en el cielo, deducían los cuatro puntos cardinales. Calculando su altura podían conocer la variación de la latitud respecto del puerto. Vale la analogía. Hace más de 15 años que es la estrella que guía al fútbol en todo el mundo. Es la referencia ineludible. Es un faro construido con talento y excelencia. Cual estrella Polar, es un punto fijo que sigue asombrando al fútbol.
"Cuando ya no esté, el fútbol nos parecerá un deporte diferente y habrá un gran vacío. Se vivirá un duelo inmenso, largo como un ayuno. Un duelo de proporciones colosales. Un vacío en el estómago del fútbol. Cuando no esté cambiará nuestra mirada sobre el fútbol porque andaremos angustiados recordando lo que fue y ya no es", sostuvo hace varios años el periodista Martí Perarnau en una columna publicada en el diario Sport.
Será difícil acostumbrarse a un deporte que será diferente. Porque, volviendo a citar al colega español, Lionel Andrés Messi "es la certeza de que ocurrirá lo imposible o lo impensable y lo incierto e improbable. Que por difícil que sea, sucederá. En un deporte de incertidumbres, accidentes y azares, Messi representa la certeza: lo que no podía ocurrir ocurre".
Claro que queremos la tercera. No hay duda de que queremos ser campeones mundiales. Lo que no podía ocurrir, quizás ocurra. Sin embargo, más allá del resultado de hoy, el retrovisor devuelve imágenes, emociones y alegrías forjadoras de nostalgias y que obligan a expresar, aun comprendiendo la posibilidad cierta de que se produzca ese enorme vacío en el estómago del fútbol, el anhelo de que la final no sea el final de Messi con la querida albiceleste.